SALVAJE ASESINATO

Hace unos años en el pueblo de La Eliana, Valencia, una mujer pasaba unas horas en casa de unos amigos a los que tenía especial cariño por lo amables y atentos que eran. Los conocía desde no hacía mucho tiempo y estaba en esa fase en la que quieres pasar mucho tiempo con las nuevas amistades. Generalmente las horas se pasaban tan rápido que la mujer a veces se quedaba a cenar con ellos, previa llamada telefónica a su casa para avisar que le habían invitado y que la esperaran un rato más tarde. Aquellos días eran de auténtico relax, disfrute y mucha amistad.
Un día entre semana, en compañía de aquellos amigos, miró el reloj y dijo que se iba a marchar un momento a recoger a su hija al tren pero que luego volvería para pasar un rato más con ellos. Cogió su coche y se marchó a la estación del tren.
Su hija, llamémosle A., había llegado apenas tres minutos antes y al ver que no había nadie para recogerla se le ocurrió pedirle a un amigo que vio en la estación que la acercara a casa. Los coches debieron cruzarse y la madre llegó a la estación. ¿Por qué se quedó esperando al próximo tren? no lo sabe ni la propia madre. Podía perfectamente haber regresado a casa de sus amigos o a su propia casa para verificar que su hija había perdido el tren, pero en vez de esto se quedó en la estación, dentro de su propio coche... esperando.
Y esperó tanto que cuando llegó el siguiente tren y vio que la hija no bajaba de éste, arrancó el coche y se marchó, pero MIRÓ EL RELOJ y decidió que por esta noche se iría directamente a casa. Mañana ya volvería a disfrutar de sus amigos.
En casa se encontraron madre e hija. La madre le confesó a su hija que de no haber quedado con ella en el tren o, más aún, de no haber esperado al siguiente tren, seguramente aquella noche la pasaría cenando en casa de tan interesante matrimonio. No lo dijo enfadada, mañana podría verlos otra vez.
Al día siguiente la hija, su hermana y el padre de ambas cogieron el coche para marcharse a la capital a trabajar. Justo cuando salían sonó el teléfono que cogió la madre y no les dejó marcharse. "Era la hermana de xxxx (su amiga, la señora del matrimonio), dice que está preocupada porque no cogen el teléfono. Pasad por allí a ver si ha pasado algo y luego me llamáis para que le diga qué pasa".
Así, salieron de su casa y se dirigieron hacia la casa del matrimonio. El padre aparcó el coche, la hija A. bajó de este y vio la verja ENTREABIERTA. Dentro estaban los coches y parecía que todo iba bien. Al llegar a Valencia llamaron a la madre para decirle que daba la impresión de que estaban a punto de salir dado que la puerta ya estaba abierta, pero que no habían llamado.
Poco más tarde la mujer recibió de nuevo una nerviosa llamada telefónica de la hermana que no sabía nada. Por favor -le pidió- ve a ver qué pasa. Este matrimonio tenía que haber ido a recoger a la señora del teléfono al hospital, donde estaba ingresada desde hacía unos días, aquella misma mañana y no daba señales de vida.
La mujer, (madre de A) cogió su propio coche y se dirigió a la casa de sus amigos. Al llegar vio también la verja entreabierta y los coches dentro de la parcela particular. Entró llamándoles por su nombre de pila (que obviaré aquí por respeto) y llegó hasta la puerta de la casa. Aquella puerta también estaba abierta y mientras les llamaba en voz alta siguió entrando... hasta la cocina. No había nadie. Entonces giró la cabeza y sus ojos vieron algo que casi se negaron a creer. Al otro lado, en la habitación matrimonial, dos cuerpos yacían asesinados. Él, atado con cuerdas y la cabeza cortada al parecer con un hacha; ella, atada y con un pañuelo en la boca, parecía que se hubiesen ensañado con la mujer especialmente.
La mujer gritó hasta quedarse afónica "llamen a la policía" y así salió de la casa llorando y pidiendo ayuda. Cuando llegó la policía, uno de los oficiales que entró tuvo que salir a vomitar. Tras la investigación se le dijo una cosa muy importante a la madre de A. "quienes asesinaron a la pareja no querían testigos, de haber pasado aquella noche cenando con ellos hoy no estaría con vida".

Reflexionemos:
- Si A. hubiera esperado a su madre en la estación, ésta, tras dejar a su hija en su hogar hubiese vuelto a casa de sus amigos porque le sobraba tiempo.
- Si la madre hubiese ido a casa a comprobar si su hija estaba en casa, al estar ésta tan cerca de la de sus amigos, habría ido a cenar con ellos.
- Si la madre no se hubiese quedado a esperar al próximo tren -de modo que se le hiciera tarde-, se hubiera ido de nuevo a ver a sus amigos.

Según la investigación policial aquello pasó en la misma noche, no se forzaron las cerraduras, quienes entraron conocían a la pareja, y la madre de A. estaría muerta.


EL RPESENTIMIENTO

Era de noche y María aún no había tenido a su hijo (de ella os he contado la historia de "La noche de San Juan". Embarazada como estaba y sensible por duplicado, María trataba de dormir y se daba cuenta de que NO podía. Su marido dormía tranquilo a su lado, ambos estaban de espaldas, una contra otra, y de ese modo él no se percató cuando María comenzó a llorar y a llorar...
La imagen de su padre fallecido le vino a la mente, y lloró en silencio por él, porque le echaba de menos, porque le estaba recordando y hubiera deseado que conociera al hijo que iba a tener.
La cuestión es que lloró tan en silencio como pudo pero notó que el hecho de que la imagen de su padre le hubiera llegado tan de pronto era algo más que extraño.
Un par de días después estaba en una tortillería tomando un aperitivo con su marido, su hermana y su cuñado. Allí hablaron de un par de cosas y de pronto el cuñado la miró y le dijo: "¿A que no te has acordado del aniversario de la muerte de tu padre?".
Tan perdida en el tiempo como estaba María preguntó:
- ¿Cuándo fue?.
La respuesta le dejó helada:
- Anteayer.
Tragó saliva y abrió los ojos como platos: "Anteanoche estuve llorando y recordando a papá", dijo ella emocionada, y no sabía qué fecha era ni por qué me había llegado ese recuerdo tan fuerte de él."
Cuando ya tuvo a su hijo, estaba una noche dándole un biberón tardío en la casa silenciosa. Estaba sentada en un sillón y tenía a su bebé medio dormido, que chupaba de la tetina sin abrir los ojos.
Estaba muy cansada, muy muy cansada, y creía que se iba a quedar dormida, pero los dolores del reciente parto y la flojedad le hacían llorar constantemente porque María soportaba muy mal el dolor.
Entonces una paz interior llegó hasta ella inundándola, el dolor desapareció por unos instantes, y una alegría injustificada la sucumbió de golpe... frente a ella, lo sabía, estaba su padre. No era visible, pero podía sentirle, y además de eso, podía notar su amor.

LOS 4 PUENTES

Rebeca tenía dos abuelos a los que adoraba, pero ahora están muertos. Y sobre ellos es la historia que os voy a contar.
Un día el abuelo falleció y la abuela quedó como un alma en pena vagando por la casa que habían compartido tantos años en amor y armonía. Aún tenía familia por supuesto, pero no era lo mismo. La abuela tenía mucha confianza en Rebeca, tanta que terminó confesándole algo que le ocurría: soñaba con su marido muerto.
"Hay cuatro puentes, y al final de los puentes está él, alargando la mano para que vaya con él".
Pasaron los días y los meses, y una noche fue Rebeca la que tuvo un sueño extraño:
Era pequeña y entraba a un ascensor con su abuela. Iban cogidas de la mano y el elevador ascendía pisos y pisos. Una especie de viaje sin retorno puesto que el ascensor no era familiar para Rebeca. No sabía cuántos pisos habían ascendido cuando, de pronto, el ascensor se paró y se abrieron las puertas.
La abuela soltó la mano de Rebeca y salió. Ella trató de avanzar pero su abuela le dijo: "No, tú no vienes conmigo". La abuela le sonrió en su sueño y aquí terminó todo.
Cuando Rebeca se despertó por la mañana su abuela había fallecido la misma noche. En el sueño se había despedido de ella.
Y me preguntaréis, ¿qué tienen que ver los cuatro puentes en esta historia? Cada puente es un mes. La abuela falleció cuatro meses después que su marido, o sea, cuatro puentes después... y recordad que ya os lo decía ella en su sueño: al final de los cuatro puentes, su fallecido marido le tendía la mano.